Buenas noches queridos morrones, no os podéis imaginar el orgullo, la ilusión y la responsabilidad que representa el dirigirme a vosotros en esta noche, comienzo de los días mas alegres, bulliciosos, familiares, tradicionales y entrañables para el pueblo, días de fiesta en honor de nuestra patrona, LA VIRGEN DEL ROSARIO, cuya imagen tenemos aquí presente, pero que también preside innumerables fachadas, salones, portales y dormitorios de sus fieles devotos, para que nos guíe, nos ilumine, y nos auxilie en los momentos difíciles.
Cuando nuestro abnegado Alcalde me encomendó tan gratificante y exclusiva labor, pensé: ¿Qué voy a decirles a mis paisanos? Y al momento me di cuenta que lo que tenía que hacer es una de las cosas que mas me gusta “hablar de mi pueblo”, en cualquier ámbito o situación y siempre que puedo, lo saco a relucir. Me siento orgulloso de haber vivido prácticamente toda mi vida aquí, y por tanto de “ser de pueblo”, pero no de un pueblo cualquiera, sino de “Villar de Domingo García, con la pata torcida y el culo arrugao que corre que corre como un condenao”, como dice el chascarrillo que tanto le gustaba tatarear a mi abuelo Juan Miguel.
Imagino que todos me conocéis, pero por si alguno de vosotros no, me presento: Soy Jaime, el pequeño de Alvarito y la Maria Teresa, el marido de Laura, la hija del Capitán, el padre de Gonzalo y Alonso, o si vosotros queréis “BIRLUCHETES”, como me bautizó el Nino, hace ya mas de 30 años.
Cuando yo nací, un 5 de diciembre de 1971, las mujeres ya iban a parir al Hospital de Cuenca, pero mi madre con su valentía y coraje e imagino que también por la feliz experiencia de sus tres partos anteriores, decidió tenerme en la cama de su casa en la Calle Estrecha número 1, en la antigua casa de Chirrispas, en la Machacaera. La situación, llegado el momento debió ser parecida a la de muchas películas: Mi madre diría; “Alvarito ve, y avisa al Practicante y al Médico”. Al instante llegarían Don Emiliano y Don Isidoro, siendo recibidos por su equipo médico, formado por la tía Enriqueta, la tía Rosario y la prima Carmen, y así con la “Epidural” de saber que estás en tu casa y rodeado de los tuyos, mandaría a un servidor al mundo, un domingo a las 10 de la mañana, por lo que una de las primeras cosas que debí de escuchar fueron las campanas de nuestra iglesia repicando para la misa dominical, y a buen seguro que nuestro párroco de la época, Don Manuel, ya enterado de la feliz noticia, rogaría una oración por el nuevo vecino.
Durante mis primeros años de vida, inicio de los años 70, aún el pueblo sufría el éxodo de familias enteras que debían hacer las maletas y marcharse a las grandes ciudades en busca de un futuro mejor, puesto que la llegada de los tractores y sus fantásticos aperos relegaron al olvido a los tranquilos pares de mulas, haciendo que escasearan los pedazos a labrar.
En mi familia, por suerte para mis hermanos y para mí, también se padeció este exilio, lo que nos permitió pasar geniales temporadas con nuestros tíos y primos en Valencia, y con nuestras tías Pilar y Rosa Mari en Madrid, y así, conocer a temprana edad el mundo urbano tan distinto al rural en el que nos criábamos.
Pero mis padres, gracias a dos establecimientos de los que guardo unos recuerdos imborrables y preciosos, como seguro muchos de vosotros, no tuvieron que emigrar. Por un lado, la gasolinera de Don Rafael de Río, donde mi padre se colocó, junto con su primo Anselmo, y por otro la centralita de teléfonos. Desde muy, pero que muy pequeño, aprendí su utilización y a decir, ¡VIILLAAARR¡ Se que os sorprendíais ver a un mocoso (en el sentido estricto de la palabra), operando vuestras conferencias. Aún hoy 26 años después de su clausura asocio los números del 1 al 49 al que teníais asignados los abonados del pueblo, cuando escucho el 28, pienso el de León y la Hilaria, el 37, la Jose de Arturo, el 39, el Bar de Mariano y así con el resto de números.
En estas escuelas donde ahora nos encontramos asistí al colegio, primero Parvulitos en las antiguas escuelas y hoy biblioteca municipal, con nuestra querida vecina Doña Aurora. Después aquí la EGB, con Doña Juanita, Don Eloy, Don Florencio y Doña Mariví. No quiero perder esta ocasión para ensalzar la figura de Don Florencio, que si bien sólo ejerció de maestro durante un año, supuso la llegada de una nueva y mas moderna forma de ejercer la pedagogía, no sólo enseñando las materias básicas, sino con una visión mas amplia del aprendizaje, basada en la superación, el estimulo por el afán de aprender, conocer y descubrir. Todo ello ha dejado huella, al igual que en mí, en muchos de sus alumnos.
El cierre este año de las escuelas, nos debe de hacer reflexionar sobre la actual vida en el pueblo, pero no sólo en los tumultuosos días de fiesta, sino también en los largos meses de invierno y en los vecinos que vivís aquí durante todo el año, haciendo que el pueblo tenga un padrón cercano a los 250 habitantes. Os debemos agradecer, que cuando nosotros, visitantes mas o menos asiduos venimos, disfrutemos de unos servicios municipales, sanitarios y sociales estupendos.
Si como he comentado, el cierre de la escuela nos hace ser pesimistas en cuanto al presente del pueblo, hay otro motivo que debe incitarnos a ser positivos en cuanto al futuro. Ya es hoy un elemento dinamizador de la economía, la cultura y la demografía, siendo sus posibilidades inimaginables, tanto para el Villar como para su comarca. Me estoy refiriendo, por supuesto, al espléndido mosaico y Villa Romana de Noheda, en la que muchos vecinos estáis colaborando en su estudio y desenterramiento. Ya hace muchos años, cuando buscaba caracoles por los barrancos y los huertos de Noheda con mi hermano y mi padre, este decía: “En la parcela ahí arriba, hay restos de un mosaico romano y por eso los LLedó no la labran” pero nunca imaginamos que fuera de la belleza, el interés y las dimensiones que posee, por lo que tenemos que sentirnos tremendamente orgullosos.
Ya sólo me queda desearos que paséis unas felices fiestas, que participéis en todas las actividades programadas, y que, sobre todo, disfrutéis de la compañía de esos familiares y amigos que no veis durante el resto del año. Será el mejor recuerdo y el mayor motivo para que volváis cada año. Desear también que las fiestas no sean causa de riñas y peleas, sino que nos sirvan para limar asperezas y reconciliarnos con esas personas de las que nos hemos ido distanciando, por motivos seguramente banales y totalmente intranscendentes. Gozad de estas fiestas y vuestra vida en general, teniendo presentes los valores y principios que nos han inculcado las personas que nos han educado, y a las que he nombrado en estos párrafos, nuestros sacerdotes, profesores y padres, hacedlo con honradez, ahorro, transigencia, responsabilidad, esfuerzo, discreción y respeto, pero sobre todo con ILUSIÓN, la misma con la que os he escrito estas palabras.
Muchas gracias a todos y ¡FELICES FIESTAS!
Os dejo con mi hijo Gonzalo.
¡VIVA LA VIRGEN DEL ROSARIO!
¡VIVA VILLAR DE DOMINGO GARCIA!
Jaime Niño González
Villar de Domingo García, 17 de Agosto de 2012